7.10.10

Disociado

Una cara dura, del viento de una montaña, mira por la ventana.
Respira. Están vivos esos ojos.
Y sin mirar, como un indio sabio, escribe sus pensamientos. Uno a uno.
Uno tras otro, como una soga multicolor y gelatinosa que sale de su lóbulo frontal y chorrea por su cara pintandolo del color de su tierra. Chorrea por sus brazos y desemboca en sus yemas duras, gastadas, de indígena. Sabio, olvidado, olvidado como el humo después de ser fumado.
Van sus sueños sucediendo como actas en un libro. Una vida como un origami. Un sueño escala real. Penas.
Agrietada, como cobre en la piedra, la mano del indio redacta sumisa.
Un estricto modo de estar en tiempo y espacio.

Ese mismo hombre llora como una negra que escucha "Georgia on my mind".
Esos rasgos otrora duros mutan en una morena, de pezones inmaculados, escuchando un chanteur frances.

Llora y llora como un jazz triste.
La escucho, la puedo oler, al otro lado de la pared de aglomerado. En Brasil, en la nada. Llora y la escucho.

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