27.6.09

A esta piña no la vi venir.
Trate, estuve tratando, voy a seguir tratando de despertar
de este mal sueño. No puede ser,
esta posibilidad. No puedo tranzar con esta chance.
No puedo, no entiendo.
Un viento, un instante, un suspiro,
una noche, una obscuridad mínima para siempre.
Y ahora quizás, se contraiga para siempre,
mi mundo.


No me la vi venir. No.
¿Qué fragilidad me envuelve ahora?
Inmenza me tiene de rehen.
No quiero ver, quiero la ceguera,
el confinamiento del sueño.
No quiero la realidad.
No quiero el 1%.
No quiero la chance.

Quiero mi vida de nuevo.
Si es cierto, y así lo creo yo;
"todo lo que no te mata te hace más fuerte",
entonces si paso esta estoy listo para lo que tenga que venir después.
Como añoro mi semana pasada.
Como deseo vivir en la inocencia.
Que bendición falsa,
pero bendición al fin.
Cada segundo es una rememoración del instante del error,
ver las luces,
el ruido de unas cubiertas que no frenan, una bocina,
lo inevitable.
Todo mezclado con el tibio y gigante consuelo paterno,
el abrazo incondicional, la grandeza
de ese vínculo único.
El orgullo de lo incuestionable.
La dignidad de la sangre.

El miedo
de entrar, a la fuerza (invisible e inmenza)
a un corral de cristal.
Para dejar de ser un humano razo y
convertirme en
un mito.

Por primera vez haber encontrado un orden
tan satisfactorio,
todo conquista propia,
por primera vez confiar en mi carne,
y ahora en un vaiven del azar,
es esa carne, esa confianza, ese estar plantado
en el mundo,
el problema esencial.

Si la noticia fuese la peor,
crearía un cuerpo nuevo adonde introducirme,
yo ,
mi alma,
mi esencia, la fuerza vital, la energía,
disociar esta dualidad cuerpo alma y
abandonar el primero para conservarme a mi,
a quien se sirvió de este genial envase durante casi 25 años.

Una nueva instancia de cirugía,
cirugía trascendental,
operaciones finas, más agudas que las de nanometros,
cirugía cuasi divina,
cirugía de Dios,
extirpadora de mi espiritu.
Abandono de la primer y única propiedad privada,
mi cuerpo y sangre.

3.6.09

Anoche tenía ansiedad. La boca, toda, seca. Hacía frío en casa. Me aperecían miedos que hace un par de semanas me merodean en la conciencia.
Estaba ascelerado desde qe escuche los rumores del fin de ciclo. Me atrapo el pánico vital de pensar que este es el repentino e inexorable fin de mi carrera. Pensé todo lo malo. Toda la pena. La sentí por mi. Un cagón.
Respire, me fume un par de pitadas de un porro que tenía escondido en unas anteojeras (escondo las tucas prque cuando Irma pasa en la semana a poner orden en casa tira las que vé en el cenizero). Baje, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho , nueve y diez. Ah, como me cuesta relajar después de actuar. Tengo una adrenalina qe me coloca por demás. Me excita tanto actuar. Me calienta, es mi casi todo.
Baje, post faso y me fui a dormir. Hoy me desperté y pensé en el doctor diciendome la sabia frase: "Sin prisa, pero sin pausa". Otra que porro para frenar. Lo que necesito es claridad en mi pensamiento. Huir del aburgesamiento hostil, de la falsa satisfacción de mi incipiente fama, de la comodidad del ser inserto de lleno en el sistema. Tengo que hacer horas hombre en un mundo incomodo, tengo que crecer. Tengo que relajar el orto y aflojar el cuello. Sentarme a mirar el mundo cada tanto y disfrutar que un día todo se apaga y no hay tu tía.

Tengo que retomar el viaje lento, al menos estar listo para eso. Y más que agarrar todo cuanto vea a mi alcance, setirme Saturno y pensar mis posibilidades como un anillo que me rodea y no me deja de rodear. No hay ansiedad posible en un mundo que no pretende suetar nada. Quiero flotar un poco más en el cosmos.