14.10.10

Tirante. Lo que sé que debería y lo que quiero.
Circular. Estar parado nuevamente en el mismo mirar.
Cuadradas. Mis maneras de acceder a las certezas.
Nebuloso. Mi atardecer solo en casa.
Retorcido. Mi subconciente, un submarino navegando en el desierto.
Filosos. Mi presente, mis dientes.
Expansiva. Mi personalidad. Trasnoches de sol cayendo.
Rugoso. Mi discurso.
Llano. Mi líbido. (Pena ver el campo arado. Pero hay que mezclar antes de tirar de nuevo)
Luminoso, el horizonte me traviesa el pecho, el sexo, las corneas. Me quema el coco, la plebe se amucha y se abreba. Un plan explosivo. Una revuelta, trémolo el torbellino, voy habitando mil casas.
Uno. El que escribe.
Unos. Los que escribieron.
Azar, juego, suerte, ventura.
Unos días en el puerto averiguando quién soy?
Qué soy?
Rojizo. El yugo de esta planta.
Negra. Su polvora, su magia.
Trascendental. El magnetismo.
Concentrica. La ola.
Brutal. El color, la vida, la realidad.
Verde. El sueño.

8.10.10

Siente estar fuera de registro con todo cuanto conoce. Lanza misiles que todos esquivan; se queda sin municiones.
Se muerde la carne hacia adentro, se llena de llagas la boca.
Se duerme en un colchon reventado, en el piso, abajo de un arból. Se rodea a sí mismo con los brazos, como quien defiende lo indefendible.
Logra dormirse, sueña. Sueña que lo apuñalan y no se despierta. Siente el dolor y va muriendo pero no se despierta.
Se siente curado.
Se despierta y el tiempo es un váho tan lento como ayer.
Mastica el aire sucio, lleno de polvo, de micróbios, de vaya uno a saber qué. Pero tiene gusto a mierda. Eso lo enoja. Todo lo demás es una cadena que se comienza a construir desde que despierta.
Le duele el cuerpo al despertar, ya casi como una condición de génetica social.


Generaciones durmiendo en el piso.
Comiendo cualquier mierda.
Odio empastado, que no circula. Odio con derecho.

Mira a su alrededor y crece una reja como un domo.
Le molesta, ya todo le molesta.
Huele su intensidad. Sus capas, sus rémoras, pegadas viviendo a cuentas de su cuerpo. Arrastra latas, vómitos, arrastra un hedor cremoso que lo sigue y le baña sus fosas al respirar.

7.10.10

Disociado

Una cara dura, del viento de una montaña, mira por la ventana.
Respira. Están vivos esos ojos.
Y sin mirar, como un indio sabio, escribe sus pensamientos. Uno a uno.
Uno tras otro, como una soga multicolor y gelatinosa que sale de su lóbulo frontal y chorrea por su cara pintandolo del color de su tierra. Chorrea por sus brazos y desemboca en sus yemas duras, gastadas, de indígena. Sabio, olvidado, olvidado como el humo después de ser fumado.
Van sus sueños sucediendo como actas en un libro. Una vida como un origami. Un sueño escala real. Penas.
Agrietada, como cobre en la piedra, la mano del indio redacta sumisa.
Un estricto modo de estar en tiempo y espacio.

Ese mismo hombre llora como una negra que escucha "Georgia on my mind".
Esos rasgos otrora duros mutan en una morena, de pezones inmaculados, escuchando un chanteur frances.

Llora y llora como un jazz triste.
La escucho, la puedo oler, al otro lado de la pared de aglomerado. En Brasil, en la nada. Llora y la escucho.