20.9.07

El vientito de la mañana

Me encanta caminar a la mañana y
rasgarme, hipocritamente, las vestiduras.
Con los pies que escapan de una frasada destrozada,
abajo de las recovas de una patria, de una idea,
qué pensar,
a través del filtro plástico,
moviendome por ochenta centavos me
entristezco,
lo justo y necesario,
me indigno.
Me siento tan cívico,
tan genial,
y voy olvidandome de lo que ví,
porque ya se asoma mi parada y
hoy seguro tengo algún trabajo o parcial,
algo de academia vio.
Entonces me bajo con el menton alineado con el suelo de baldosas sucias, llenas de polvo,
el límite de barracas es así.
Mucho ruido y humo,
y algo de irrefrenable reflexión por ver tan cerca el tranvía,
modernísimo y obsoleto.
Por pensar en los turistas y en el boom de la gastronomía chick,
y el edificio de azopardo colapsado por argentos bien sudacas que se relamen,
por ser patriotas o algo así.
Buenos Aires es pensar, pensar, pensar.
Y me encanta, porque no me hago cargo, solo pienso.

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